Efímera aparición de Floripondia: fue vista desenterrando papas en Chiloé
Artículo original de Perrera Arte (link)
La vida terrena y celestial no han sido fáciles para “Floripondia”. En junio de 2015, recién llegada de China, donde renació en un enorme formato de plástico de 15 metros de altura, la mascota naranja debió permanecer varios días retenida en el aeropuerto de Pudahuel, debido a un prolongado paro de los trabajadores de Aduanas. Finalmente, luego de un acuerdo de los funcionarios con el gobierno y una masiva campaña en las redes sociales, en la que se exigía “Liberen al perro”, la gigantesca escultura canina logró ser emplazada frente al Costanera Center, donde cautivó a los transeúntes hasta que una sorpresiva tormenta de viento, su peor enemigo, obligó a ponerla a resguardo.
Desde esa fecha, no se tenían noticias de “Floripondia” y, cuando ya se rumoreaba que se estaba sometiendo a nuevas cirugías y a una que otra liposucción, la encantadora perrita que escarba sin parar reapareció este verano, apenas por un día, en los festejos de los 28 años del Museo de Arte Moderno (MAM) de Chiloé. “Ningún mito es fácil ni gratuito”, explica el artista visual Antonio Becerro al detallar el complejo proceso de materialización y desmaterialización de su obra efímera en las alturas de Castro.
-“Floripondia” pasó abruptamente desde un lugar de alta concurrencia, como es el exterior del edificio Costanera Center, a un sitio como el MAM, abierto al paisaje, donde se respira quietud. ¿Qué paralelos y contrastes puedes establecer entre ambos emplazamientos?
-Distinto contexto, distinto paisaje, distinto montaje, distinta producción. La “Floripondia” en el Costanera Center responde a una invitación que me hizo el año pasado el Festival Hecho en Casa y, como saltó a la vista, fue un acontecimiento público en pleno centro urbano de la vorágine consumista de la capital. La instalación allí tuvo un carácter de sarcasmo y denuncia dado que mucha gente leyó la postura de la Flori como si le mostrara el culo a esa gigantesca torre. En cambio, en el Museo de Arte Moderno de Chiloé tenía otros elementos y materiales imaginarios de la idiosincrasia del pueblo chilote que había que considerar y conseguir en el entorno. Llegar y preparar la mise en place, materiales, herramientas, diseño, planificación, construcción. Y todo por la imagen de una obra efímera. Fue casi como una operación encubierta para sorprender a los chilotes. Chiloé es una isla, por tanto fue una acción performática que valió desde su producción y la acción del montaje. Para ello viajé con casi el equipo completo de la Perrera Arte. Sin esa capacidad profesional era imposible. En la isla hubo que mandar a hacer una casita de perro, ¡Uff!, comprar siete sacos de variadas papas chilotas, conseguir una cuerda ad hoc en tanto al color y la resistencia, dado que los vientos cruzados arriba en el MAM eran de considerar. Pero una cosa que no me esperaba es que no vendieran sacos de arena. Me decían: “Vaya, compre unos sacos y llénelos usted mismo. Arena hay en todos lados, para qué la vamos a ensacar”.
-Esta vez “Floripondia” tenía su casita en un notable contrapunto de formato y textura. ¿Cómo y por qué llegaste a esa solución?
-La casita se la encargué al maestro Jano, un capo en la construcción de casas chilotas. Fue muy amable, consiguió tejuelas de alerce que son una belleza en su textura y tienen una antigüedad patrimonial. Para mí es necesario o, mejor dicho, no puedo entrar en la cosa o entender el hacer si no me involucro desde adentro. A veces pienso que toda obra, por muy distinta que sea en su formato, factura e idea es al final una sola obra. Y esa es la obra maestra. Quiero decir que todo ejercicio artístico, por muy subjetivo que sea, se trata de la vivencia interminable de una sola obra. La recuperación del edificio de Perrera Arte es la obra, la página web de la Perrera es la obra, la “Floripondia” es la obra , Capitán es la obra, apoyar a un artista con la gestión de la Perrera es la obra, el colectivo es la obra, hacer acciones de arte en un jardín infantil es la obra, las taxidermias de “Óleos sobre perros” y “Semi-doméstico” son la obra, la acción e instalación del “Alumno problema” y de la “Alumna problema” son parte de la obra, las acciones semipoéticas son parte del grueso de la obra, realizar dirección de arte para la televisión o una película es parte de la misma obra, “La Sixtina de los perros”, Desparasitación Cultural, “Los perros de terracota” y “Encontraron cielo” en el Museo Bellas Artes, entre muchas otras acciones que he realizado, son parte de la obra. Es como pintar un gran cuadro que nunca se termina de pintar. Esta obra se nos muestra escurridizamente en el ansia de lo ideal. El ideal magnético y empolvado en tierra de la belleza. El resultado de ello es solo una expectoración de lo que podría llegar a ser una obra maestra. En otras palabras, es la suma que recoge el absoluto. Una obra que nunca se termina y que siempre está en constante trasformación de su propio movimiento y dislocación. Es algo orgánico. Yo no tengo eso que llaman “control absoluto del artista” y menos en Chile, donde lamentablemente tampoco no se puede.
-En su primera aparición, “Floripondia” fue un suceso de interés para los transeúntes en plena urbe. ¿Cómo fue la recepción en Chiloé?
-Sí, de todas maneras para mis adentros, mi plan maestro era involucrar en esta acción a chilotes de tomo y lomo, gente que conoce y es conocida en la isla, como Renato Cárdenas, escritor entre otros oficios. Apenas me bajé del bus, tomé un colectivo y le dije al chofer que me llevara a la casa de Renato. Le pregunté si lo conocía y me dijo: “De ese hombre uno no se puede escapar, uno lo ve en la calle caminando de allá para acá todo el día. Y después, cuando uno llega a la casa, lo vemos en la televisión”. Con la presencia y la participación de Renato me aseguraba la asistencia de aquellos chilotes que, por lo general, no asisten a los eventos del MAM. Contados con los dedos, para la inauguración fueron unos 50 chilotes de tomo y lomo, los cuales estaban fascinados de ver la instalación. Les llamaba mucho la atención que fuera una perrita de color naranjo y que desenterrara papas. Se reían cuando veían la casita clásica chilota llevada a la escala de un perro, pero gigante. Me decían que se veía la cola parada de lejos y me reclamaron en algunos restoranes porque la saqué altiro; tenían ganas de ir a verla fuera del horario de sus trabajos, pero ya no estaba. Esa es la imagen que desde lejos quedó en la retina del imaginario colectivo del chilote, que de eso sí que saben mucho (ríe). Ya tendrán otra sorpresa. Hay planes de volver a montarla en las aguas de otras islas.
-Con dos apariciones completamente distintas, ¿qué piensas hoy de los inflables como elemento de exploración artística?
-“Todo por la imagen” es un proyecto que tengo en el tintero hace bastante tiempo. Es un proyecto más subversivo y kamikaze. Se trata de distintas acciones sin aviso en cualquier parte de Chile, sin firma. El inflable me calza en esta acción, que yo diría es el ansia, el deseo eterno por la imagen, la insaciable e incansable ansia por la congregación de la imagen. Conversando con la artista visual Claudia Kemper, que es parte de la exposición colectiva por los 28 años del MAM, concluíamos que esa es la gracia del inflable: su espectacularidad, su elevación y su transporte. Imagínate que toda esta imagen resumida cabe en una caja de transporte de un metro cúbico. Toda esa producción, toda la acción para concluir en una imagen que luego desaparecerá. Instalar el deseo, dejar la necesidad de lo que existió a partir de la desmaterialización de la obra. El mito de la aparición fantasma. Puede ser que una vez inflada parezca fácil. Pero no. Ningún mito es fácil, ni gratuito. El montaje y la producción para levantar a “Floripondia” es un esfuerzo mayor. Gasto de tiempo, energía y recursos que muchas veces no tengo. En ese sentido, soy solo un vasallo de la imagen. Con el equipo de la Perrera, más los chilotes que participaron del montaje, tratamos de ser lo más fieles a lo que me propuse como director de esta imagen, aunque fuera solo por un día.
-“Floripondia” fue parte de una exposición colectiva más grande. ¿Cómo funcionó tu obra con el conjunto de la muestra?
-“Floripondia” es la obra embajadora de la Perrera Arte porque está en circulación por aquí y por allá. En el marco de los festejos gratuitos de la Perrera Arte por su cumpleaños 21, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes nos reconoció con un fondo que se llama Chile Celebra justamente para celebrar nuestro aniversario 21 de existencia como fenómeno de autoformación en la difusión y producción de las artes integradas. Me refiero al Segundo Encuentro Internacional de las artes, L’Arts 2016. Arrancamos con esta primera patita y nos fusionamos con los festejos de los 28 años del MAM a modo de optimizar los recursos y captar así la atención de los lugareños, los turistas y el público en general. Respecto al hilo de la curadoría, yo no lo sé de cierto, pero vi que la gente estaba feliz. Disfrutando de la obra, incluso de su sombra, ya que hacía un calor tremendo y la Flori, con su gran tamaño, nos brindó su sombra generosa para protegernos del sol. La muestra en general me pareció excelente. Buenas obras. Un montaje cuidado. Recuerda que sin la magia poética, el esfuerzo y la gestión de los integrantes de este museo sería realmente imposible que este tipo de arte llegara a la isla.
-Esta debe ser ya la sexta vez que exhibes en el MAM, el lugar donde más has expuesto luego de la Perrera Arte. ¿Por qué vuelves reiteradamente a ese espacio?
-Cruzar a la isla en ferri siempre es y será épico. El MAM tiene libertad curatorial lejos de la actividad egocentrista del mercado y del control que se ejerce desde Santiago. El museo se ha sostenido por sus gestores y en eso se parece mucho a Perrera Arte. Cuestión que nos ha acercado incluso en la amistad. Compartimos imaginarios y cruces de obras y artistas. Todo lo que involucra el conocerse y compartir más allá de una ordinaria gestión. Por ejemplo, para “L’Arts 2016” en Santiago, que será en abril en la propia Perrera, llevaremos obras de Guillermo Grez, Edward Rojas y el fotógrafo Álvaro Vidal. También viajará la chef chilota Lorna Muñoz, que representó a Chiloé en la prestigiosa Expo Milán, y a su compañera de cocina Flor Leiva. Así que degustaremos de su exquisita cocina y recetas. Todos ellos son exponentes potentes, con obra y trayectoria, de la cultura e identidad de Chiloé. Todos ellos integrarán la gran muestra colectiva para nuestros 21 años. Lo interesante de todo esto son los cruces con los artistas de las regiones, ya que llevaremos artista del sur, centro y norte de Chile. Todos ellos en esta gran muestra de las artes, un encuentro único y singular, gratuito para el público, en un espacio ícono del arte, como es la Perrera.
-¿Y por qué vuelves siempre al MAM?
-Yo ya estoy viviendo en el sur, soy un adicto a la belleza y el sur es la belleza. Para mí, Chiloé y el MAM ya son un punto de referencia en mi sensibilidad como artista. Cuando pienso en el sur, se me viene la imagen del museo y la isla. Tengo razones de sobra, más aun ahora, para seguir yendo a Chiloé, escapando en cualquier fecha de las ciudades, en secreto o en público. Mostrar mi obra es una excusa. Talvez termine en Chiloé, en una de sus islas. Quién sabe. Cada vez tengo menos tolerancia a la neurosis, a la paranoia y a la estupidez de los citadinos. Mi salud mental no logra adaptarse al comportamiento profundamente enfermo e histérico de esta nueva sociedad. La Perrera Arte es la nave nodriza, es la habitación sin tiempo, es el 69 en su expresión más exquisita, es el portal de algo nuevo que nunca deja de ser. Una fábula de conejos, perros, pájaros, doncellas y plebeyos, donde no caben los guarenes ni las moscas.
Fotografías terrestres: Álvaro Vidal y Francisco Aravena
Fotografías aéreas: Felipe del Río